Por Alejandro Solari, Director General Santillana Chile
Recientemente, el informe “Monitor Global de Educación” de Ipsos dejó al descubierto la insatisfacción con el sistema educativo. Según este estudio, Chile ocupa el puesto 26 de 30 países en la valoración de su educación. Además, tan solo un 15% de los encuestados chilenos califica la calidad de la educación como “buena”, mientras que un 49% la considera “mala”. Estos resultados son un llamado de atención para la sociedad en general.
Si bien, desde hace décadas se han presentado mejoras, la falta de confianza en el sistema educativo refleja problemas estructurales que han sido arrastrados por años, pero ¿dónde estamos fallando realmente?
El informe destaca que la educación en Chile es percibida como insuficiente en aspectos clave que deberían ser fundamentales en la actualidad. Fomentar la curiosidad, el pensamiento crítico y el bienestar del estudiantado son pilares que, según el 64%, 63% y 62% de los encuestados respectivamente, no están siendo considerados lo suficiente. Este diagnóstico refleja una visión de un sistema que sigue anclado a un modelo tradicional, que hoy debería estar más enfocado en el desarrollo integral de los estudiantes.
Asimismo, los encuestados consideran que la enseñanza de habilidades generales como la comunicación (60%), y que la enseñanza de las nuevas tecnologías, también están siendo descuidadas (59%). A esto se suma la percepción de que habilidades básicas como la lectura, escritura y aritmética, tampoco están recibiendo el enfoque necesario, según el 50% de los encuestados.
Entonces, ¿cómo podemos revertir esta situación? La solución es multifactorial, y si bien se necesita una constante inyección de recursos y reformas a los contenidos curriculares; también se requiere una transformación más profunda, que comience por revalorar el rol de los docentes como agentes de cambio, dotándolos de las herramientas necesarias para fomentar el pensamiento crítico, la curiosidad y el bienestar en las aulas. Además, necesitamos un sistema más inclusivo y equitativo, que ofrezca oportunidades reales de desarrollo a los estudiantes.
Sabemos que estos avances son necesarios y como personas ligadas a la educación, creemos que es fundamental que no solo se prepare a los estudiantes para rendir en pruebas estandarizadas, sino que también se les entregue las habilidades necesarias para enfrentar los desafíos de un mundo cambiante y complejo. Para lograrlo, debemos ser capaces de reconocer nuestras falencias, tomar decisiones audaces y, sobre todo, escuchar a quienes más conocen la realidad en las aulas: nuestros estudiantes y docentes.